sábado, 27 de marzo de 2010

Semana Santa 2010

Llega la Semana Santa. Vacaciones, viajes, atascos, procesiones, torrijas, Espartaco, Quo Vadis y Ben Hur. Eso suelen ser para muchos estas fiestas. En mi caso, aparte de todas estas cosas, también es la conmemoración de una historia, llamada por algunos la más grande jamás contada, que anualmente me llena de emoción y esperanza. La Pasión de Jesús es un relato vibrante, estremecedor… mu bonito, qué cojones. El sacrificio de ese hombre, su amor hacia los demás, la traición que sufre y acepta, el dolor que aguanta, la injusticia que se ceba con él, la soledad que percibe en sus últimos momentos, la preocupación que muestra por aquellos a los que deja en este mundo… es todo tan humano pero a la vez tan sublime que no pasa un año sin que llegando estas fechas, dos, tres, cuatro o más veces se me ponga la carne de gallina, un escalofrío de emoción recorra mi espalda y, porqué no reconocerlo, alguna lagrimita se me escape, las cosas como son. Supongo que en esta sucesión de sentimientos, amén de lo espectacular y estremecedor de la historia y de la escenografía, algo tiene que ver la Fe, algo que tengo desde que era niño y que espero mantener hasta que me muera. Señalo esto por si algún lector/lectora ha empezado ya a poner pegas a la historia de la Pasión y a los efectos que tiene sobre una gran parte de la población. Cierto es que en muchos casos la Fe será un término que esté fuera de la ecuación, pero como en mi persona se trata de un aspecto central (si no, la figura de Jesús de Nazaret estaría en mi panteón personal a la misma altura que Spiderman, John McLane, Cristóbal Colón, Neil Armstrong o Indiana Jones, por poner unos cuantos ejemplos, y no lo está, claro) ténganlo en cuenta y absténganse de prejuicios muy de moda que de manera irracional, contrariamente a lo que creen, etiquetan como negativo y malsano cualquier cosa relacionada con la religión.

En esta sociedad sin argumentos, donde lo que se lleva es el eslogan repetido una y mil veces sin ningún tipo de sentido profundo (¿y acaso no es eso un dogma como los que precisamente critican estos predicadores de la laicidad?), se ha venido imponiendo la moda de negar todo tipo de validez y provecho a la religión. Dicen referirse al hecho religioso en sí, aunque bien es cierto que en el centro de su diana suele estar el cristianismo, y más en concreto la Iglesia Católica. Si en un principio intentaban justificar su rechazo al hecho religioso desde el punto de vista de la razón, desde tiempo ha la mayoría niegan el uso de la argumentación lógica para hacerlo y lo dan por sentado como si de una verdad inmanente (ergo ¿religiosa?) se tratase. Lo único que esto hace es desvelar (“quitar el velo”, “adentrarse en el misterio”, como hacen cada una desde su ámbito propio la ciencia y la religión) sus escasas luces y a menudo taimados intereses, pero, sobre todo, su molicie vital, pues es muy cómodo negar la duda que asola toda existencia humana y creer vivir en la verdad absoluta (algo que comparten los fundamentalistas religiosos… cuántas similitudes; realmente curioso, ¿no?). Como dice algún teórico de la ciencia, se suele encontrar lo que se busca, lo cual necesariamente constriñe nuestra capacidad de aprehender la realidad en toda su extensión. Lo mismo ocurre cuando uno se acerca al hecho religioso con la sola intención de demostrar los efectos negativos que produce y han producido en las sociedades en general y en los individuos en particular. Si con ello viven más tranquilos, bien está, pues con ello la propia religión, víctima de su intención de desacreditarla, ha conseguido su objetivo: dar cierta seguridad y tranquilidad ante la angustia vital que todo individuo pensante ha sentido en algún momento. He aquí otra paradoja por tanto: la religión logra lo que Marx llamaría sus efectos opiáceos incluso en aquellos que la atacan, pues encuentran en su vida un leit motiv tan poco edificante como la destrucción egoísta de las creencias de los demás, convirtiéndose por tanto en fundamentalistas laicos. Nótese que en este caso, como casi siempre, lo importante no es el adjetivo sino el sustantivo, asimilándose así a lo que creen combatir.

Esgrimen con asiduidad indecentes tergiversaciones e inexactitudes históricas, escamoteando aspectos y dimensiones de la vida que pondrían en duda sus tesis. Así, una de las habituales falsedades de las que hacen gala y cuelan como base de sus presupuestos es el llamado mito del “buen salvaje”. Presuponen que las sociedades pre-cristianas, o no cristianas, eran una suerte de utopías, donde la gente vivía feliz y comía perdiz, basadas en el respeto y la alegre confraternización. Ésta es una gran mentira. Y mu gorda. Y la utilizan para denunciar las cruzadas, la conquista de América, la Edad Media, la Inquisición… Vale para todo, vamos. La Iglesia Católica es la panacea del vaguerío intelectual; se le echa la culpa de todo y ya está. Ni se plantean comparar el mundo pre-cristiano (ese “maravilloso mundo clásico”, por ejemplo… ¡Ja!), con el posterior, ni los aspectos revolucionarios que el mensaje evangélico, y su filosofía inmanente, provocaron en la humanidad (por ejemplo, los derechos humanos están basados en la ética cristiana; “no, son laicos”, dirá alguno, “y unos güevos”, respondo yo, porque al fin y al cabo el propio laicismo es hijo del cristianismo). Cierto que estoy identificando cristianismo e Iglesia católica, y no es lo mismo. Pozí. Y lo hago porque es lo que estos (a)críticos hacen, lo mezclan todo, no hacen distinciones porque sus entendederas o intereses no dan para ello, y, como un elefante en un cacharrería, pretenden llevárselo todo por delante. Y no pué ser. Si dejamos fuera el diálogo respetuoso, la intención de entender los argumentos del otro y el compromiso de no escamotear nada con el fin de salirnos con la nuestra, lo que nos queda es la barbarie, la mentira y la ley del más fuerte. No es, desde luego, mi deseo, pero es una realidad que cada día crece y se hace más patente, por desgracia.

La verdad es que se me ha ido la pinza pero una jartá. Porque yo iba a escribir sobre esta Semana Santa y cómo se presenta y me he puesto a discurrir sobre la religión, el laicismo (que creo que la mayoría de la gente no entiende lo que es, porque no es negación ni prohibición de la religión, sino separación de la religión y el Estado, pero sin negar la libertad, como algunos reclaman) y la gilipollez de querer dejar el hecho religioso arrinconado como si no existiera (ya sea para vivirlo o no, eso ya es cosa de cada uno, pero existir, existe). Pues nada, a lo que iba.

Se me presenta esta Semana Santa como la última en que seremos dos en casa(bueno, en realidad ya somos tres, porque el protagonismo que tiene Victoria, nuestra niña que en breve ha de nacer, en nuestra vida diaria es a ya estas alturas enorme). Y se acerca esta conmemoración de la muerte y resurrección de Jesucristo con la polémica en la que aparece envuelta la Iglesia Católica sobre los abusos que miembros de su jerarquía han cometido sobre niños. Ocultada por algunos (“son cuestiones puntuales”, dice la jerarquía eclesiástica), sobredimensionada por otros (“todos los curas son pederastas”, intentan generalizar los fundamentalistas anticlericales) y sufrida por los verdaderos protagonistas, los niños de los que se ha abusado directamente (los que peor parte han llevado, claro, y claman justicia), y los fieles de los que se ha abusado indirectamente (porque ningún creyente puede no ya defender, sino comprender estas situaciones). Pues miren ustedes, como todo, deben ser las autoridades pertinentes las que resuelvan estos crímenes, pues es lo que son. Lo que no se puede hacer es un juicio paralelo, sin garantías ni para víctimas ni para presuntos culpables, donde se intenta enjuiciar no ya a unos malvados, sino a millones de fieles que creen y a diario se afanan en conseguir un mundo regido por la paz, el respeto y el amor. No, hija, no, como decía Ozores. Eso no. Los culpables, cuando se demuestre que lo son por acto u omisión, que paguen. Si son curas como si son torneros fresadores, tanto para lo bueno como para lo malo. Si acaso, debe ser la propia Iglesia (que es el conjunto de los creyentes, por mucho que a menudo se la identifica únicamente con la jerarquía) quien deba tener en cuenta su condición religiosa, que no los jueces, y mucho menos los que no siendo creyentes pretendan extender a todo un credo las faltas de unos pocos (que serán pocos por muchos que sean en comparación con el total de los católicos). Y la jerarquía eclesiástica, que se debe sólo a la Iglesia y al Evangelio (y por ello a los inocentes que sufren el abuso de los que escudados en su condición han pisoteado sus creencias), que haga acto de contrición y ponga las medidas para que esto, en lo posible, no vuelva a suceder. Lo que no van a hacer, ni unos ni otros, por mucho que se esfuercen en ello, es quitarnos la Fe. Por lo menos a mí. Vive Dios, que no lo harán. Cojones.

Pues nada, que paséis una buena Semana Santa (Fiesta de la primavera, la llamará algún papanatas, y si no al tiempo), veáis muchas procesiones (si os gustan), muchas pelis de romanos (si os gustan), comáis muchas torrijas (si os gustan), pero sobre todo que seáis felices (si os gusta, que hay gente pa tó). Yo, si mi proverbial holgazanería vacacional me lo permite, a ver si me escribo un artículo sobre la Lanza del Destino, o de Longinos, continuando con el relato de todo lo que tiene que ver con la Pasión de Cristo desde el punto de vista histórico, cosa que comencé el año pasado y podéis ver aquí y aquí.
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lunes, 22 de marzo de 2010

Diálogos para besugos

No sé por qué el otro día me acordé de una lectura de infancia con la que me reía mucho. Se trata de los Diálogos para besugos (a saber qué estaría escuchando para que me vinieran a la mente) que se publicaban en la revista Mortadelo a principios de los 80. Bien es cierto que me pillaron muy, muy joven, pero como esos Mortadelos se eternizaron en quioscos y tiendas de todo tipo, ya con algunas años más los pude disfrutar en todo su esplendor. Y no, no han pasado de moda. Muy al revés, son de una intensa actualidad a tenor de las circunstancias que nos rodean, ejemplificando el absurdo que predomina en la mayoría de lo que en los medios de comunicación podemos escuchar en boca de políticos, deportistas y famosillos de tres al cuarto (sin menospreciar las que se pueden oír por la calle, sobre todo por parte de los más jóvenes y en especial esa franja entre los 13 y los 20 años).

El creador de estos diálogos fue Armando Matías Guiu (1925-2004),
escritor multidisciplinar que abordó todo tipo de textos, desde periodísticos hasta guiones de cine, pasando por obras de teatro y creaciones humorísticas como éstas que nos ocupan. En la línea de los geniales Mihura, Jardiel o Tip y Coll, sus contribuciones al semanal de Bruguera constituyen un monumento al humor en español. Estaban destinados a un público infantil y juvenil, pero eso no les hace menos geniales, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de jóvenes “de los de antes”, es decir, que sabían leer y disfrutaban con ello (era una revista de cómic, un tebeo semanal, por lo que quien se acercaba a ella eran iniciados en la lectura como entretenimiento). Os recomiendo leerlos en voz alta por ridículo que parezca, porque al igual que ocurre con cierta poesía, si queremos sacarle todo el partido debemos degustarla de esta forma, de lo contrario seguirán siendo geniales, pero quizá no tanto (bueno, en voz alta pero si puede ser solos, o en su defecto en voz bajiiiiiita, que tampoco es cuestión de que nos pongan una camisa de fuerza).


Redundando en su validez como reflejo de la realidad, transcribo las palabras del autor en el libro que en 1989 recopilaba gran parte de estos diálogos:
La política es, a veces, como un “diálogo para besugos”. Nadie dice lo que piensa; Algunos, no piensan lo que dicen; aquellos, piensan y no dicen; éstos, nadie sabe lo que piensan; de los de más allá una piensa que piensan, pero ellos no piensan que uno piensa
En mi soledad mental pienso que el pienso es el mejor pensamiento. Mientras haya pienso, aunque no se piense, se piensa en la paz.Por eso pienso que es mejor el pienso que el ¿qué pienso? Pero, pensar mucho da dolor de cabeza y mucho pienso da dolor de estómago. ¿serán los piensos malos pensamientos?
Duda: Quien dijo “pienso, luego existo”, ¿se refería al pienso alimentario o al pienso intelectual, que es un pienso que alimenta la inteligencia?
No sé que pensar. Estoy preocupado. Siempre que dialogo conmigo acabo hecho un besugo.


Transcribiré algunos de estos diálogos de vez en cuando, comenzando hoy. Ahí va un ejemplo de estos Diálogos para besugos, que siempre empezaban… así:
- Buenos días.
- Buenas tardes.
- ¿Cómo están ustedes?
- ¿Ustedes... refiriéndose a mí?
- A usted.
- Pues somos unos ustedes muy solitarios.
- ¿Están ustedes solos?
- Ustedes no sé como estarán, yo, que soy usted, estoy más solo que un chorizo de Cantimpalo.
- Un momento, está usted equivocado.
- ¿Están acompañados los chorizos de Cantimpalo?
- No lo sé. Usted ha dicho textualmente: "Yo, que soy usted". Y sin ánimo de interferir en su ego, que yo sepa usted es usted, pero jamás será yo.
- ¡Cómo que yo jamás seré yo!
- Yo, refiriéndome a usted, será yo, siempre que usted sea yo; pero yo, refiriéndome a usted, que soy mí, jamás será yo.
- O sea que yo debo de ser mí si no soy usted a pesar de ser yo. Pues yo no entiendo esto de usted ni de mí.
- Uno es uno siempre.
- Ahora llegan los unos. O sea que aquí estamos yo, que soy yo, usted, mí, usted que soy yo desde usted, yo que es usted desde usted, mí que debe ser un vecino musical y ahora para acabar de resolver los problemas llegan los unos. ¡El completo, vamos!
- No llegan los unos.
- Pues sí no son los unos serán los otros.
- Ni los unos ni los otros.
- O sea que llegan unos pero no llega nadie. ¡Que llegada más solitaria! ¿Les estaba usted esperando?
- Yo no espero a nadie.
- ¿También vendrá Nadie? ¡Jo! No vamos a caber tanta gente.
- Nadie no llega.
- Menos mal. Uno menos.
- Oiga, ¿sabe que usted es un complicado?
- ¿Yo? ¿Complicado yo? ¡Me llama complicado a mí, él que es siete u ocho personas a la vez!
- ¿Dice usted él refiriéndose a mí?
- ¡Ya vuelven los Mis! He dicho él refiriéndome a usted.
- De modo que yo para usted soy él.
- Perdone. Usted, para mí es usted y a veces usted es él.
- ¿Qué es él?
- Usted.
- ¿Y mí? ¿Dónde me deja usted a mí?
- Mí... Mi puedo ser yo desde mí. Usted no puede ser mí, desde yo.
- ¿Desde que yo?
- Desde yo-yo.
- Oiga, deje los juegos ahora que estamos en una conversación muiy seria. ¿A qué yo se refiere al decir yo-yo?
- Yo, soy yo. Usted es usted, pero como usted desde su yo es yo, y yo soy usted, para distinguirme de su yo me llamo yo-yo.
- ¿Usted se llama Yoyo? ¡Que divertido! Jamás conocí a nadie que se llamara Yoyo.
- ¡Dios! ¡Ya me ha bautizado de nuevo! Escuche, ¿usted sabe quién soy yo?
- Yoyo, ¿Yoyo Pérez, tal vez?
- Yo me llamo Agapito Martínez.
- Yo, no.
- ¿Usted no se llama Agapito Martínez?
- No, que va. Yo me llamo Fulgencio Pérez.
- ¿Usted no será pariente de Fulgencio Pérez?
- Mas que parientes, somos la misma persona.
- ¡Fulgencio, a mis brazos!
- ¿Me conoce?
- ¡Claro que le conozco! ¡Llevamos una hora hablando de de usted, de mí, de yo y de los unos! Cuente, cuente, ¿qué hace de mí?
- ¿Mí? ¿Mi a secas o Mi-mi?
- ¡Ha venido también Mimi! Ya estamos todos.
- Pues si están todos, me voy. Buenos días.
- Buenas tardes.

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jueves, 18 de marzo de 2010

Versos con mala baba

A todos nos han llegado mails con críticas más o menos satíricas y jocosas hacia los políticos de nuestro país. Esto, expresión popular del descontento con respecto a la clase dirigente, no pensemos que es cosa nueva alumbrada por la generalización de internet, sino que muy al revés supone simplemente la nueva forma que ha tomado la muy antigua tradición de sátira política que antes se extendía mediante coplas, cancioncillas y versos populares.

Empiezo con las dedicadas al rey Carlos II, con el que se terminó la dinastía Habsburgo en el trono hispano, y que llamaban “el hechizado”. Como bien sabéis, no fue capaz de engendrar un hijo que heredase la corona, y sus retratos no dejan dudas de que no poseía un físico “perfecto”. Veamos la guasa que el pueblo se gastaba con respecto a las características físicas del monarca:

El Príncipe, al parecer, / por lo endeble y patiblando / es hijo de contrabando / pues no se puede tener.

La descendencia del rey era asunto de Estado, y se exigía a la reina, María Luisa de Orleans, que fuese capaz de dar un niño a la dinastía:

Parid, bella flor de lis,
que en ocasión tan extraña
si parís, parís a España;
y si no parís, a París.


El siglo XIX es abundante en estas muestras de cabreo e ingenio popular a partes iguales. El primero que protagonizó una “jartá” de coplillas satíricas fue el rey José Bonaparte, al que pronto bautizaron como Pepe Botella o Botellas (cuando no hay constancia de que fuese aficionado al vino) y, redundado en la equivocada imagen que el imaginario popular se hizo de él, se le consideró tuerto (porque al usar monóculo de varilla cerraba el otro ojo). De esta supuesta afición suya al bebercio y su imaginaria tara física surgieron variadas y curiosas composiciones que se cantaban en tabernas y mesones:

Pepe Botellas, baja al despacho,
No puedo ahora, que estoy borracho
Pepe Botellas, no andas con tino
Naturalmente, lo impide el vino


Grande acompañamiento
Pepino lleva,
Un obus, dos gendarmes
Y sus botellas


Ya se fue por las Ventas
El rey Pepino
Con un par de botellas
Para el camino


Hemos visto hasta ahora composiciones cortas y sencillas. Pero las había más trabajadas, como ésta que se cantaba cuando José I tuvo que dejar Madrid tras la derrota francesa en Bailén:

O amigo Rey de Copas, ¿dónde vas,
Que tan deprisa dejas Madrid?
Y si mal no me engaña mi nariz
No es ámbar lo que exhalas por detrás.
¿Qué excusa a Valdepeñas le darás
Que contigo pensaba ser feliz?
¡Quál debe quedar Yepes de infeliz
Si no prueba sus vinos de hoy en más!
¡Quán triste quedará Carabanchel,
Si se le va el mejor consumidor,
Aun antes de probar su moscatel!
Todo será sollozos y clamor,
Y en medio de tan lúgubre Babel
Clamarán con el grito de dolor,
Cruel Vireno, fugitivo Eneas,
Barrabás te acompañe, allá te avengas


Abundando en estas creaciones más complejas que pasaban de la simple coplilla pero destilaban igual cachondeo y mofa:

Al Rey José I

Al ínclito Señor Pepe, rey (en deseo) de las Españas, y (en visión) de las Indias

Salud, gran rey de la rebelde gente;
salud, salud Pepillo diligente,
protector del cultivo de las uvas
y catador experto de las cubas;
hoy te celebra mi insurgente mano
desde el grandioso emporio gaditano;
y sin quebrarme mucho la cabeza
al momento tropezara
mi pluma con tus raras cualidades;
no llenaré el papel de las variedades,
como hacen a tu lado
necios aduladores
de tu persona y denigrado trono,
que te dexan corrido como un mono,
celebrando virtudes que no tienes,
y coronan tus sienes
con laureles de Marte, o bien de Apolo,
cuando al tyrso de Baco aspiras solo


Y cómo no, en el transcurso de la guerra, gritos y canciones patrióticas que animan la lucha contra el francés. Sin duda, la más famosa, y que seguro todos escuchado alguna vez, es ésta:

Con la bombas que tiran
los fanfarrones
se hacen las gaditanas
tirabuzones.


Pero también había otras:

No paseará en carroza /el emperador francés
mientras haya en Zaragoza/ con sangre un aragonés.


¡Vivan los españoles! ¡Viva la Religión!
Yo me cago en el gorro de Napoleón…


Por último, la relación entre Pepe Botella, Napoléón y el que espero protagonice otro capítulo de estos “dardos” populares:

Bonaparte en los infiernos
tiene una silla poltrona,
y a su lado está Godoy
poniendole la Corona

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viernes, 12 de marzo de 2010

La teoría del Big Bang

A principios de año hice un repaso de lo mejor y lo peor del 2009, y en el apartado relativo a series de tv hice mención a Big Bang Theory (se me olvidó hacer referencia, por cierto, a Chuck y Fringe, lo que es imperdonable sobre todo en el primer caso). De un tiempo a esta parte se ha convertido en una de mis series de cabecera, y prácticamente me he puesto al día de las tres temporadas que lleva (la tercera está en curso) gracias al episodio diario que ponen en el canal TNT (en NEOX también la ponen, pero con un horario caótica y en total desorden de capítulos y temporadas). Para quien no la conozca la serie narra las peripecias de dos compañeros de piso que podríamos denominar, aunque no me gusta la expresión, “frikis”. Son dos científicos un tanto raritos (uno más que el otro) aficionados a los cómics y a los videojuegos. Comparten protagonismo con otros dos amigos, más extraños si cabe, y con la vecina, una camarera aspirante a actriz de belleza muy americana (rubia muy bien “aderezada”).

Si bien la serie me llamó la atención por su componente “friki” (especialmente por la afición a los cómics de los protagonistas) después me fue ganando por las situaciones surrealistas pero absolutamente cotidianas que narra. Igualmente, los distintos personajes tienen multitud de matices y están caracterizados con brillantez. Es la crónica de una generación perdida. El Sensación de Vivir o Al salir de clase de los empollones pringaos. Y bastante más cercano a la realidad que conozco o he conocido que Física y Química y todas esas series de estúpidos e irreales modelos de juventud. Junto con Chuck, otra magnífica serie protagonizada por lo que en EEUU llaman “nerds” (aquí se suele traducir por empollones, aunque prefiero lo de “pringaos”) aunque introduciendo algo de acción (son episodios de 1 hora) y cuyos protagonistas son algo mayores y no tan brillantes (trabajan en el CompraMás, una tienda de electrodomésticos y electrónica), constituyen la verdadera crónica de mi juventud. En estas series sí que me siento identificado, por fin, tras varias décadas en las que en la tv decían que retrataban a la juventud pero yo salía siempre fuera de plano. Desde Steve Urkel y sus Cosas de Casa ninguna “sitcom” (comedias de media hora, vamos) sobre jóvenes me enganchaba tanto como este Big Bang. Y que dure.

Hagamos un repaso de los personajes.

Leonard, físico experimental miope con intolerancia a la lactosa(se tora pedos si la toma), no ceja en su intento de encontrar una mujer con la que compartir su vida a pesar de sus habituales fracasos amorosos. Su principal objetivo romántico es su vecina Penny, la camarera susodicha, pero no hace ascos a otras relaciones. Es el mejor del mundo soportando a su compañero de piso, Sheldon.

Sheldon, la “estrella” de la serie, es un brillante físico teórico, niño prodigio en su infancia, que acompaña a su extraordinario coeficiente intelectual de toda una retahíla de manías y trastornos de la personalidad que lo convierten en un ser asocial difícil de aguantar. Piensa que es el ser más inteligente que conoce y no tiene reparos en recordárselo continuamente a los que le rodean. Es incapaz de entender las convenciones sociales, no detecta el sarcasmo y la ironía, está obsesionado con el orden y la rutina, desconoce la empatía, es hipocondríaco, no está interesado para nada en el sexo y es un fan de los cómics y la ciencia ficción, en especial de Star Trek y más en concreto del Dr. Spock. Aparte de las chulísimas camisetas de superhéroes de la DC que saca, hay otras muchas cuestiones en que personalmente me siento identificado con él (la obsesión por el control y la rutina, por ejemplo), y sin duda es mi personaje favorito.

Howard Wollowitz, ingeniero judío obsesionado con el sexo que vive con su madre y que parece sacado de una película de Austin Powers. No se puede vestir más ridículo, y no se puede ser más ruin y zafio. Por supuesto, sus éxitos con las mujeres se pueden contar con los dedos de una mano, y sobran varios. Todos hemos tenido un amigo parecido a él, al menos en alguna fase de la vida. Es capaz de hacer lo que sea, decir lo que sea, traicionar a quien sea, por una chica. Por desgracia para él, nada de lo que haga o diga puede atraer a ninguna mujer, más bien al revés. Supongo que es la personificación judía y friki de “baboso”. Si bien tiene un máster, como se encarga de recordar a menudo, no tiene un doctorado, lo cual también le menciona Sheldon con asiduidad.

Raj Koothrappali, hindú, doctor en astrofísica, que sufre de mutismo selectivo (no puede hablar en presencia de mujeres, salvo que esté borracho) y viste casi peor que Howard. Es el mejor amigo de Howard, aunque éste es capaz de hacerle la peor de las jugarretas si hay una chica de por medio (o medianamente cerca).

Y por último, Penny, camarera de un restaurante especializado en tartas de queso y aspirante a actriz. La serie comienza con la llegada de Penny al piso de enfrente del que comparten Leonard y Sheldon. De una forma difícilmente entendible, se hace amiga de la pareja de físicos y, por ende, de sus otros dos amigos. Es la nota discordante del grupo, pues es la más “normal y corriente”, aunque con el tiempo descubrimos algún que otro problema con el orden (su casa es una leonera). Mientras sus amigos se pelean con partículas subatómicas y positrones, ella lidia con novios cachas que suelen dejarla en la estacada cuando consiguen llevársela a la cama (lo cual tampoco les resulta difícil). Desde el principio de la serie se convierte en el interés romántico de Leonard.

Luego tenemos algunos secundarios, pocos, como Leslie Winkle, también física y enemiga declarada de Sheldon y que tiene encuentros sexuales tanto con Leonard como con Howard. Yo también odio a esa chica. Kripki, otro físico enemigo de Sheldon (es lo que nos pasa a las mentes brillantes, amigo, no te preocupes). El doctor Gablehauser, jefe del departamento en la universidad donde trabajan los cuatro amigos. Los padres de Raj, que aparecen en el portátil vía internet para entablar extrañas conversaciones con todos, siempre con el afán de conseguir que su hijo respete las tradiciones hindúes. Y la madre de Howard, que jamás sale en pantalla pero su voz gritona y estridente tortura a su hijo, y por qué no, a los espectadores.


Como es mi personaje favorito, hoy me centraré en Sheldon. Podéis ver una secuencia del mejor episodio de los que he visto hasta ahora, en concreto en la que se muestra cómo Sheldon y Raj "trabajan", (en v.o. subtitulado) en esta dirección (youtube no deja en este caso ofreceros el video aquí, pero dadle al enlace que vale muuuucho la pena). Aquí os dejo la sintonía de la serie, una recopilación de los mejores momentos de Sheldon, el momento más feliz de su vida y por último un compendio de su característica forma de llamar a las puertas.















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domingo, 7 de marzo de 2010

Garfield: mi héroe (IX)

Los domingos las tiras de Garfield abandonan la estructura habitual de tres viñetas para ampliarse hasta las ocho o nueve(contando el título). Cierto es que con este tipo de narración no consigue alcanzar la genialidad que con el clásico, pero también deja escenas que valen la pena. Hoy, que es domingo, aquí os dejo tres muestras.




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martes, 2 de marzo de 2010

Tonterias una detrás de otra (así nos va, y nos seguirá yendo)

Parece que se está en el buen camino para alcanzar el “pacto educativo”. Buena noticia. Lo que de él salga miedo me da, pero tampoco seamos así y confiemos en nuestros políticos, por más que no nos hayan dado motivos para hacerlo. El ministro de Educación, al que he criticado en varias ocasiones, en este caso merece un aplauso por poner en marcha esta iniciativa, a ver si de una vez por todas conseguimos una ley educativa realista y útil, y dejamos de utilizar la educación como arma política. Esperanzas de éxito tengo pocas, pero bueno, démosles el beneficio de la duda.

No voy a valorar las propuestas que ya han salido (itinerarios distintos en 4ª de ESO, reducción de materias y de profesores por curso, etc.), que ya habrá tiempo. Me voy a detener hoy en los sujetos y sociedades que pululan alrededor de la educación y que son uno de los grandes escollos para lograr una ley provechosa y eficiente (como han sido, claro, grandes culpables de la situación actual). En el diario El País se refieren así a ellos: Hace unos días, Ceapa, mayoritaria en la escuela pública, se quejó junto a otros grupos de izquierda (IU, el sindicato Stes, Sindicato de Estudiantes o Europa Laica, entre otros) del poco caso que se les estaba haciendo en la negociación del pacto educativo. Vamos a analizar la noticia. Lo primero que sorprende es la calificación de la CEAPA como “grupo de izquierda” (al menos así entiendo yo la redacción que hace el periodista; es más, en su web se definen como “progresistas”… jejeje… yo es que ya cuando leo este adjetivo no me puedo aguantar la risa). No creo que sea lo más adecuado para una asociación de padres y madres de alumnos significarse políticamente de manera tan clara, pues a mi parecer les quita (mucha) representatividad. Que se hagan llamar CEPAPAI, es decir, lo anterior, pero de Izquierdas, pues así se identifican otras asociaciones de Padres y Madres como la CONCAPA (católicos, y políticamente incorrectos, porque no incluyen lo de Padres y Madres, ya que la expresión “padres” es machista, por mucho que siempre se haya utilizado para ambos progenitores, perdón, para el progenitor y la progenitora). Vemos como éstos grupos se quejan de que no se les consulta, lo que puedo entender en el caso de la CEAPA, IU, y el sindicato STES, pero por aquí aparecen de nuevo unos viejos conocidos míos, los del Sindicato de Estudiantes. Esta asociación es un claro ejemplo de las miles de sociedades paniaguadas por las administraciones públicas, de nula representatividad y utilizadas por algunos partidos como arma política cuando les interesa. De momento lo de sindicato de estudiantes es una contradictio in adjecto, y segundo, por lo que reclaman, cuándo lo hacen, y sus medios de actuación, deberían cambiar su nombre por el de Sindicato de Malos Estudiantes, ya que jamás han hecho ninguna propuesta para mejorar la calidad de la educación más allá de la demagógica y vacía “apuesta por la educación pública y de calidad”. Y los de Europa Laica, a saber quiénes son. Supongo que el gobierno les tendría que consultar igual que tendría que hacerlo con la Asociación para la Defensa y Conservación de la Salamandra Mexicana o la Chirigota “Los Pelendengues”.

Pero vamos con la “tournée” de entrevistas que hizo el presidente de la CEAPA, Pedro Rascón, en varios periódicos (he leído las de El País, La Vanguardia y La Región de Orense). De momento se queja “de que no se les ha consultado”, cuando de momento, que yo sepa, sólo se trata de una propuesta del ministro cuyos únicos contactos han sido con el principal partido de la oposición. Claro que seguramente el señor Rascón piensa que es más importante que el ministro le llame antes que al PP, porque al fin y al cabo él representa a todos los padres y madres buenos, (ergo progresistas) de España y el PP a los malos.

En cuanto a sus declaraciones, lo primero que hace es asegurar que la mala educación en España es un mito. Que no estamos tan mal. Que comparados con otros… que los chavales de ahora saben tanto o más que los de hace veinte años. Que “tienen estudios” que lo demuestran, pero claro, no los muestra. Vale. A esto le respondo que yo no tengo estudios, no, sólo mi experiencia. Y que ésta me dice que los chavales de 16 años, en su mayoría, no saben leer correctamente (y mucho menos entender las ideas que transmiten) y mucho menos escribir con corrección. Pero son más adecuados y reales sus estudios, seguro.

Posteriormente, este señor vuelve sobre una de las imbecilidades establecidas como verdad absoluta desde hace tiempo en el sistema educativo. De momento, él tiene la solución a los problemas de la educación: “En muchos institutos, la secundaria se sigue dando como en el siglo XIX, con un profesor que suelta el rollo y dice: Pasado mañana, examen”. Venga, vale. Es lo que tiene el siglo XIX, que nos vale para criticarlo todo. Dudo mucho de que este señor sepa cómo era la educación en el siglo XIX, y de si sabe algo sobre la historia de ese siglo (si conoce la historia decimonónica le puedo asegurar que es porque estudió en otros tiempos, y no ahora). Pero vamos, que la crítica “es como en el siglo XIX” es bastante boba. La de cosas que se hacen como en el siglo XIX, y son muy adecuadas… y la de cosas que se hacían mejor hace dos siglos (cocinar, escribir, convivir, y más…). Es que los del XIX eran gilipollas o qué. Seguramente dentro de unos años digan, “lo hacen como a principios del XXI”, y ahí sí que tendrán razón, porque más estupideces por hora no se pueden decir. La verdadera ventaja de la educación actual con respecto al pasado es que el derecho a ella (otra cosa es que se ejerza) es universal. Además, ¿a qué se refiere con que es como en el XIX? ¿Sólo a lo del “rollo”, no? Porque que yo sepa no utilizamos “castigos físicos”, ni ponemos orejas de burro a los alumnos, ni los ponemos con los brazos en cruz (con perdón), ni nada de eso, pero vamos, que si se puede avisen, que ganas no faltan.

Como siempre, me estoy yendo por las ramas. La verdad absoluta implantada de forma dogmática en la educación a la que me refería, es esa del “rollo y el examen”. Porque claro, aquí todos semos mu modernos y progres pero para dar titulares y dictar sentencias, pero no para trabajar a diario y aplicar esos bálsamos de Fierabrás educativos. No voy a hablar de otras materias, sólo de una de las mías, la historia (la otra sería la geografía). Para enseñar historia hay que “soltar el rollo”. Punto. No hay más. Otra cosa es cómo se suelte, qué otras actividades se acompañan, etc. pero el rollo hay que soltarlo. Sólo se podría sustituir por la lectura de ciertos materiales, lo que es difícil teniendo en cuenta que los chavales y chavalas, como se ha dicho, en su mayoría no saben leer (entendido esto como aprehender las ideas y conceptos que un texto les quiere transmitir). Se puede y debe complementar la explicación teórica con apoyo audiovisual, actividades de toda índole, y todo lo que quiera, pero el rollo hay que contarlo, oiga usted. Los habrá que lo expliquen muy bien y dé gusto oírlos y otros más malos que pegarle a un padre con un calcetín sucio, como es mi caso (en lo relativo a malo, no a lo del calcetín), pero el rollo se suelta y no hay otra manera de enseñar historia, al menos a nuestros alumnos. Ya me gustaría a mí tener unos discípulos a los que recomendar una bibliografía y que ellos mismos se construyeran sus conocimientos, ya, y que la clase sólo sirviera para debatir sobre las distintas visiones historiográficas de los acontecimientos y la validez de los modelos de interpretación propuestos, pero va a ser que no, me temo. Además, que “el rollo”, como él lo llama, no es tal rollo, al menos para mí. O no debiera serlo. La importancia de la historia, como elemento conformador de la capacidad crítica del individuo e instrumento para entender el mundo que nos rodea en sus cuatro dimensiones es básico. Claro que seguramente al señor Rascón le convenga más que los jóvenes se conviertan en ganado acrítico y manipulable con el fin de seguir impartiendo dogmas artificiales y vacuos por más grandilocuentes que suenen para poder seguir chupando del frasco carrasco. Por eso también hace uso del discurso del estudiante inmaduro y vago, cuando dice que los conocimientos que se les imparte a los alumnos “no son cercanos a ellos, no les son familiares”. Vamos, como todos los que hemos sido niños, y, como tales, preferíamos ver la tele y jugar con los amigos a estudiar y hacer los deberes, y como queja y excusa decíamos aquellos de “y esto para qué lo quiero saber yo”, que además valía para todo: matemáticas, historia, lengua, plástica… Claro que si tenemos adultos que ya de por sí ponen en duda el valor intrínseco del conocimiento como conformador de ciudadanos y ciudadanas verdaderamente libres más allá de sus fines utilitaristas, creo que se están “retratando”.

Ahora que el señor Rascón se meta en mi clase y explique el siglo XIX español, del que parece que sabe mucho. A ver qué pasa. Claro, que, de nuevo otras estupidez supina, abunda en estas ideas peregrinas que se han grabado a fuego en la pedagogía de moda y critica la existencia de exámenes. Claro. Y lo justifica porque, como dice la LOE, no hay que enseñar conocimientos, sino que los alumnos tienen que adquirir competencias. Eso de las competencias es la última panacea del sistema. Para los no avezados en el asunto, ejemplos de competencias son la competencia en comunicación lingüística (leer y escribir, comprender la realidad, comprender y saber comunicar…), competencia en aprender a aprender (tener conciencia de aquellas capacidades que entran en el aprendizaje como la atención, la concentración, la memoria, la comprensión o la expresión lingüística; saber autoevaluarse y autorregularse y blablablá), y la joya de la corona en CLM, la competencia emocional (formación del autoconcepto del individuo y desarrollo de la autoestima, “el conocimiento de las posibilidades, el uso de un lenguaje autodirigido positivo, y de un estilo atribucional realista contribuyen a facilitar las actuaciones naturales y sin inhibiciones en las distintas situaciones que le toca vivir”; por cierto, en esto que he copiado literalmente de la ley, el Word me las marca como si no existieran). ¿Cómo valorar el grado de consecución de estas competencias? Según los gurús del sistema, por inspiración divina, un examen o prueba, nunca. Así, claro, los resultados serían mejores. Inmejorables, vamos. Al menos las cifras, porque lo que serían los resultados, los de verdad, las competencias, conocimientos o como quieras llamarlos que verdaderamente hubiesen adquirido los alumnos o alumnas, serían casi nulos. Pero las cifras… las cifras cojonudas.


Por supuesto, igualmente echa mano de la falta de motivación de los alumnos para explicar que no estudien y no sepan hacer la o con un canuto. Pues sí, están poco motivados, sobre todo porque gracias a gente como él el trabajador y responsable consigue exactamente lo mismo que el vago irrespetuoso; eso sí que es desmotivar, despreciar el trabajo y el sacrificio personal y considerar que todo el mundo es igual y merece lo mismo (que la final es nada) haga lo que haga. Entre estudiar y tocarse los cojones todo el mundo va (vamos) a escoger lo segundo, por lo que la única motivación para el trabajo y el sacrificio personal debería ser lograr ciertas recompensas académicas, sociales, materiales y económicas que gracias a organizaciones como la CEAPA o el Sindicato de Estudiantes (jejeje) no existen porque son “excluyentes” y “discriminatorias”. Vosotros sí que sois discriminatorios y excluyentes… con el sentido común, vividores del cuento cierrabares y chupasubvenciones por la patilla. Pero no, en este país los recursos se (mal)gastan en los que nada quieren hacer, mientras que los buenos estudiantes se debaten entre la indiferencia de las administraciones, el rechazo de sus compañeros y la impotencia del profesorado. Reconozco por tanto que un buen estudiante en la actualidad tiene muchisísisisimo más mérito que antaño, porque prácticamente lo hace “por amor al arte”, o porque es tonto, con perdón, si cree que su esfuerzo le va a suponer algún tipo de compensación aparte de la satisfacción personal, al menos en la etapa educativa obligatoria. Pero vamos, no seré yo quien los desanime, pues esa satisfacción personal es bastante más valiosa que la aceptación de mediocres e incompetentes como los perpetradores de nuestro sistema educativo y sus mamporreros.

Se le pregunta la Señor Rascón sobre la posibilidad de dotar de autoridad pública a la figura del profesor. Respuesta: “Creo que es plantear una escuelas bajo una óptica parapolicial. No se puede gobernar a golpe de porra o a golpe de decreto. La escuela tiene que ser un lugar democrático donde haya libertad y donde exista respeto, un lugar en el que se inculquen valores a los jóvenes y a los niños. Todo eso no se puede hacer por decreto, sino que tiene que ser el profesor el que se gane día a día el respeto a sus alumnos”. Una gilipollez detrás de otra. La escuela un lugar democrático, claro, si quieres hacer los deberes, los haces, si no, no. Si quieres levantarte en medio de la clase e imitar el sonido del ornitorrinco en celo, pues oye, es la voluntad de cada uno. Mientras el profesor le explica a este alumno que no se deben imitar los sonidos de llamada al apareamiento de los animales, no sea que alguno se presente y te viole, otros dos alumnos discuten democráticamente, pues de ambos es la decisión de hacerlo a golpes, sobre la propiedad de una goma de borrar, y otros dos más allá se dedican a desestructurar democráticamente el mobiliario público, que para eso es público. Pero todo muy democrático, eso sí. Y los profesores, además, debemos ganarnos el respeto de los alumnos. Yo pensaba que en una sociedad democrática, ya que tanto gusta la democracia a este señor, el respeto era algo inherente al individuo, no algo que debía ganarse. Pero se conoce que la democracia es algo que se puede aplicar a discreción, y es válida para unos pero no para otros. ¿Deben ganarse el respeto también los alumnos’ ¿Y los padres? Porque el señor Rascón, padre (supongo) no ha hecho ni dicho nada por lo que se haya ganado mi respeto, sino más bien al revés, y aún así se lo tengo, algo que ha de agradecer a la educación malsana y antediluviana que me dieron en los años de la EGB y el BUP, y, lo que es peor, en un colegio de curas, que mi padre era de los malos y me mandó allí a ver si alguno me metía mano (que ya es raro, porque yo estaba hecho un primor, regordete, hermosote, un caramelito para cualquier cura o fraile viciosillo, que sabemos que lo son todos).

Para terminar, se le cuestiona sobre la polémica de los crucifijos en las aulas. Polémica totalmente artificial e interesada, porque yo no he visto un solo crucifijo en los muchos institutos de CLM que conozco, pero bueno. Dice que está de acuerdo con que se retiren los crucifijos, pero después se le inquiere sobre el caso del velo, y responde: “Es distinto. En algunos casos sí es cierto que son símbolos religiosos, pero en otros sólo expresan elementos culturales… Bwahahahaha… qué bueno es este hombre, no sé cómo no lo fichan en el programa ese de los chistes de Antena 3. Sin comentarios, de verdad.

Terminar con esa tautología que hizo popular Forrest Gump. Todos sabéis cuál es. Pues es perfectamente aplicable al señor Rascón. Con todos los respetos y democráticamente, eso sí. O eso, o es un sinvergüenza… y no sé qué es peor.



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